Guerra de Clases en Oaxaca es un texto escrito por lxs compas de Proletarios Internacionalistas, quienes comparten un análisis desde una perspectiva revolucionaria de lo que para ellxs significo la APPO y la lucha de la gente en el 2006 en esta parte de la región mexicana, tal vez sea pertinente retomar estas criticas en estos momentos donde se aviva el fuego de la revuelta en los corazones oaxaqueños… -Antagonismo-

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Proletarios Internacionalistas 

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De mayo hasta diciembre de 2006, el movimiento social de lucha generalizada en la región de Oaxaca ha restablecido diferentes formas de lucha clásicas del proletariado: huelga ilimitada, ocupación o/y blocaje (plantón), reapropiación, organización autónoma y centralizada, barricadas.

Los proletarios han atacado con fuerza y determinación todo lo que representa el Estado:

– Han destrozado, quemado u ocupado comisarías, administraciones, cadenas de televisión, radio, hoteles…

– Han saboteado la economía capitalista, haciendo huir a los turistas e impidiendo la libre circulación de las mercancías.

– Han apropiado medios de expresión y comunicación -radios, periódicos, muros de la ciudad, autobuses- para hacer propaganda proletaria, organizarse y extender el movimiento.

– Han atacado a los perros policiales y han expulsado el poder regional. Contra columnas de policías sobre equipadas y sobreentrenadas, a pesar del cansancio producido por meses de lucha y vigilia, a pesar de la habitual propaganda derrotista de los izquierdistas, a pesar del riesgo de ser asesinado en cualquier momento, los proletarios se lanzan de manera espontánea al asalto de las fuerzas represivas y a menudo las hacen retroceder o las ponen seriamente en dificultades. El 14 de junio y el 2 de noviembre, los represores sufren grandes derrotas, ¡lo que hace temblar muy en serio el mito de la invencibilidad del Estado!

– Han retomado diversos elementos de la guerra de clase insurreccional: desde la pedrada limpia a los lanza bazocas1. Así se generalizó la producción masiva de cócteles molotov, la recuperación de escudos de los policías, la formación de barricadas para controlar las idas y venidas, e impedir la infiltración de los perros del Estado y también para proteger a los barrios de los policías y de los escuadrones de la muerte. Las barricadas, regularmente reforzadas, se alimentan en permanencia, a través de los llamados en las radios ocupadas; muchos proletarios instalan campamentos e impulsan, en la organización de la defensa proletaria toda una vida colectiva.

– La ayuda mutua, la solidaridad en la lucha ha sido muy importante: la distribución de medios de protección contra los gases, la ayuda para esconder a los proletarios más expuestos o perseguidos por la policía, la fuerte cohesión cuando se ataca a la policía o se defienden las barricadas… Constatamos que en esa región del mundo pervive cierta comunidad de lucha, y se inflama la llama de los vínculos y reflejos humanos, mientras que en otros lugares se encuentra en un estado de destrucción avanzada y que requeriría de mucho para reconstituirse.

Hoy es vital captar cómo la burguesía ha podido oponerse a tal movimiento, como el Estado ha podido, con éxito, vencer una lucha de esencia proletaria a través de la acción todas sus fuerzas contrarrevolucionarias vivas, las fuerzas represivas, los sindicatos, los izquierdistas, la propaganda mediática…

El 22 de mayo, los proletarios del sector de la educación se movilizan a partir de reivindicaciones salariales y en torno a las condiciones sociales del sector. A la huelga se añade la ocupación de la plaza central de Oaxaca, punto donde convergen miles de profesores procedentes de la ciudad, pero también de otros pueblos de toda la región. Ese movimiento se radicaliza con rapidez hasta concentrar y movilizar a miles y miles de proletarios. Hay ocupaciones de rutas y del rectorado, «plantón» en el centro histórico y turístico de la ciudad, aparecen las primeras barricadas…

La burguesía local intenta destruir el movimiento con la represión militar, pero el proletario no se deja impresionar; al contrario, esta tentativa del Estado es un fracaso; en la madrugada del 14 de junio, los policías atacan el campamento donde se encuentran 20.000 huelguistas, y centenas de proletarios se solidarizan de manera espontánea y hacen sufrir, así, un primer revés a las fuerzas del Estado.

Esta inversión de la relación de fuerzas no se produce por casualidad. Las tradiciones de lucha y de resistencia ancestrales son importantes en esta región del mundo, sea por su relación con la proximidad geográfica y «cultural» con movimientos y organizaciones proletarias (Chiapas2 y Guerrero), particularmente activas desde hace más de diez años o por las recientes huelgas en la metalurgia en Lázaro Cárdenas, sin olvidar las luchas sociales en Atenco3.

Después de esa represión, la movilización se acelera. El 15 de junio, los proletarios se reinstalan en el centro de la ciudad, esta vez en mayor número y con más determinación; luego, al día siguiente, se movilizan y bloquean nuevamente las rutas. La relación de fuerza permite la liberación de nueve detenidos.

El 16 de junio, más de 300.000 personas hacen una marcha de diez kilómetros, exigiendo la renuncia del gobernador Ruiz4, marcha interminable bajo un sol de Satán. Esas manifestaciones de masas, corrientes en todas las latitudes, paseos pacíficos en un ambiente donde los proletarios tienen la ilusión de representar una fuerza importante por su número, se desarrollaron a todo lo largo del movimiento de manera paralela y en contradicción con el desarrollo de los enfrentamientos de clase, pues lo que determina una relación de fuerzas es la extensión de los actos radicales -ataques a la propiedad privada, bloqueos económicos…, de las mercancías, de los puertos y aeropuertos- y la constitución del proletariado como una fuerza autónoma y subversiva.

El 17 y 18 de junio, una convergencia de numerosos movimientos indígenas, sindicales y civiles… crea la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), encabezada por la sección 22 (es decir del Estado de Oaxaca), que toma alguna distancia con respecto al sindicato federal de la educación (SNTE) bajo control del poder. Todos esos movimientos se disuelven en una sola asamblea «soberana», que aparentemente tiene siempre lugar en la ciudad, lo que evidentemente representa una desventaja mayor para los proletarios que viven más lejos, ya que la región es particularmente montañosa. Se puede suponer que es uno de los medios para entregar más poder de decisión y de acción a manos de los sindicalistas y otros partidos socialdemócratas, casi exclusivamente establecidos en la ciudad.

En los días siguientes se intensifican los bloqueos.

Con una aparente disminución durante el período de las elecciones presidenciales del 2 de julio, las semanas siguientes los proletarios ocupan ayuntamientos, edificios administrativos, hoteles turísticos, se reapropian de vehículos del Estado y perturban seriamente la economía capitalista, impidiendo su buen funcionamiento y comprometiendo el turismo, hoy particularmente importante en ésta región.

El primero de agosto, dos mil mujeres organizan un «cacerolazo», y de paso ocupan los locales de la televisión regional, iniciando una dinámica de requisición de los medios de uso de la palabra. El 22, después de la expulsión de la televisión por paramilitares, los proletarios se apropian de las radios y, en ciertos momentos, de periódicos, lo que les permite, en primer lugar, pasar por encima de la desinformación y difundir su propaganda 5 y, sobre todo, disponer de una herramienta de coordinación de sus acciones de insumisión extremadamente eficiente. En los días siguientes, la represión larvada, que se había hecho efectiva desde dos o tres semanas antes, con comandos, infiltraciones y disparos a ciegas, se amplifica y se concentra en particular contra las radios ocupadas. El Estado no puede tolerar que el proletariado se apodere de los medios de propaganda para denunciar sus mentiras, para organizar y extender su movimiento.

Al mismo tiempo, a consecuencia de una «caravana de la muerte», como se la denominó comúnmente, miles de barricadas se erigen de forma espontánea en muchas partes de la ciudad y de los alrededores. Por otro lado, durante todo este tiempo el lavado de cerebro que intenta la burguesía y que los medios de comunicación del mundo entero se apresuraron de reproducir- se acentúa, gimiendo sobre las pérdidas del turismo y el lucro económico cesante. Cómo es lógico este lavado de cerebro vehicula todas las mierdas sociológicas del capital. Por ejemplo, dice que los insurrectos son indios o marginales, lúmpenes perezosos que no valen nada. Así uno de esos periodistas milico escribe: «Las calles apestan al sudor del indio y el graffiti anarco punk».

El Estado emprende entonces el aplastamiento definitivo de la punta de lanza del movimiento, los proletarios de la educación: cede a todas sus reivindicaciones, entregándolos así a las presiones de los sindicalistas. Así, el 27 de octubre estos últimos obtienen el fin de la huelga: dividir para reinar, y en este caso para debilitar mejor la lucha.6

A fines de octubre, muchos proletarios defienden y consiguen mantener algunas barricadas. El 2 de noviembre, las fuerzas represivas del Estado atacan el último bastión del movimiento, la universidad, y la última radio ocupada, Radio Universidad, y sufren un serio revés.7

Durante el mes de noviembre se organiza lo que debe constituir las bases de un consejo de los movimientos componentes de la APPO, un congreso que debería elaborar una especie de programa de gobierno popular y de reformas, con un plan y todo eso. Evidentemente, los sindicalistas y políticos ya se han apropiado del mando, y están posicionados para constituir lo esencial de ese consejo permanente y consiguen ser elegidos. Al principio, la APPO, como todas las organizaciones izquierdistas, se encuentra a la cola del movimiento, apoyándose en sus debilidades -pacifismo, ingenuidad, electoralismo…- y amplificándolas. Con la legitimidad que le da la estafa democrática, la APPO asume, desde entonces, el papel de mantenimiento del orden al interior del movimiento, ¡lo que rápidamente queda claro para los proletarios más combativos!

El 25 de noviembre, los proletarios queman algunos edificios del Estado, y esos izquierdistas intentan frenarlos, tratándolos de provocadores, de policías infiltrados, y diseminando sus venenos: el inmovilismo y el pacifismo. Pero nadie entra en ese juego de mierda de desolidarizarse con la violencia de clase, y los líderes de la APPO son expulsados al grito de: «¡Es el pueblo quien decide!». Ese día, la radio no cumple su papel federativo y centralizador -seguro que ya está neutralizada por las fuerzas contrarrevolucionarias de la APPO, so pretexto de presiones y para evitar el baño de sangre- . Los proletarios no consiguen retomar los puntos estratégicos de la ciudad.

Por supuesto, las fuerzas del Estado, en su dinámica de no dejar desarrollar ninguna tentativa de organización autónoma, no tienen nada de pacífico: Policía Federal Preventiva, «caravana de la muerte», milicias estatales… Alrededor del 25 de enero, un comando de cien personas armados de bastones, piedras, botellas y pistolas intentan interrumpir una reunión del «gobierno popular municipal» en San Antonino Castillo Velasco, sin éxito. Pero vuelven al día siguiente. El Estado envía a Oaxaca comandos para acosar a los proletarios y poner a la población local bajo presión, lo que se traduce en muchos muertos y heridos por balas. Después de ese acoso, se desarrolla la preparación abierta a la represión masiva. El Estado, después de haber conseguido fragilizar el movimiento con la destrucción de las barricadas, planifica una represión selectiva – con el establecimiento de una lista negra – de los proletarios más activos, arrestándolos en sus casas o los lugares de explotación. Así mismo, con el pretexto de luchar contra la droga, se refuerzan los controles en las carreteras del Estado de Oaxaca, para acosar a los proletarios que participan en el movimiento. La ley del capital, del beneficio, puede imponerse de nuevo plenamente. Después de los arrestos, las familias deben pagar fortunas y gastar mucha energía para arrancar a los suyos de la chirona. Más tarde, algunos de los líderes de la APPO, como Flavio Sosa, también son arrestados y encarcelados. ¡Qué tipo de ingratitud de la burguesía contra su ala izquierda, que hizo todo lo posible para evitar el desbordamiento y la extensión de la insurrección! Pero todo entra en orden, pues hoy la APPO decide participar en las próximas elecciones de agosto al congreso local y los ayuntamientos. URO saluda su sabiduría de entrar al fin en el juego institucional, en pocas palabras democrático, el más extendido en todo el mundo para engañar al proletariado, haciéndole creer que el Estado puede acarrear mejoras reales a su vida.

Como puntos débiles más generales del movimiento podemos decir:

1- A pesar de una dinámica clara de reapropiación de los medios necesarios para la lucha en contra de la legalidad burguesa, el proletariado no ha atacado clara y extensamente la propiedad privada y las riquezas que se apropia en permanencia la burguesía, en hipermercados, palacios burgueses y haciendo recuperaciones dentro de las administraciones, de los stocks…

2- Hay que discutir sobre una cierta apología de las barricadas, sobre la ilusión de su fuerza, porque representan sólo una defensa limitada. Limitamos las infiltraciones de la policía, ¿y afuera? Concentramos todas las fuerzas en el perímetro interno y estamos a la merced de las fuerzas del Estado, que fuera tienen un largo campo para organizarse, replegarse con tranquilidad y asediar mejor la ciudad. De ahí la necesidad de movilizar y estructurar la defensa desde afuera, por ejemplo, con bloqueos de rutas, antes de que el Estado pueda posicionar sus tanques -como hizo cerca de Oaxaca- en puntos estratégicos.

3- Otra critica importante a la dirección que ha tomado este movimiento es su encerramiento local; lo que surge de varios escritos y comunicados es la voluntad de construir el «socialismo» en una sola cuidad: la «comuna libre» de Oaxaca. Eso ilustra el antagonismo entre los que quieren integrarse en el funcionamiento capitalista, tomando las riendas del poder local y quedarse ahí, y los que actúan en confrontación total con cualquier forma de Estado. Para estos últimos, es evidente que la lucha no puede limitarse a ninguna frontera, sino tiene que ampliarse a un enfrentamiento global. A parte de una tentativa de generalizar el movimiento hacia la ciudad de México, a través de una marcha iniciada el 21 de septiembre, los intentos de ampliación geográfica parecen haberse reducido a realizar llamados a apoyos, efectuando una distinción entre los que luchan in situ en confrontación violenta y los demás, para quienes la solidaridad se limita a acciones simbólicas de protestas en embajadas, a peticiones o lamentaciones sobre las victimas del Estado. Mientras que el proletariado no tiene un interés específico dentro de un país u otro, la causa de la miseria es, en todas partes, la dictadura burguesa contra la cual hay que organizarse mundialmente. La solidaridad internacional viene de nuestro reconocimiento de enemigos comunes y de asumir los mismos medios de lucha -piquetes y huelgas salvajes; bloqueos de rutas, ocupación, motín, reapropiaciones…- independientemente de los particularismos locales o sociológicos. Luchas importantes toman lugar en otras provincias de México, pero también en Argelia, Argentina, Irak, China, Bangladesh, Bolivia, Perú, Líbano, Palestina, Ecuador, Francia, Grecia, Chile, Guinea Conakry… Luchas aisladas que, demasiadas veces, se ignoran cuando podrían intensificarse, intercambiando experiencias, formas de organización y crítica de todo tipo de recuperación…

4- Por supuesto el movimiento, a pesar de las minorías revolucionarias que están en una dinámica ofensiva, no se ha debilitado sólo por culpa de la represión y el acoso de la policía, sino también por las divisiones e ilusiones reformistas exacerbadas por los sindicatos y otros izquierdistas. El papel de todas esas fuerzas solapadas del Estado es siempre de llevar el movimiento hasta objetivos reformistas y razonables. Lograron llevar a la parte dura del movimiento -un movimiento que parte de reivindicaciones sociales – hacia reivindicaciones de cambio de políticos del régimen. La destitución de URO fue una diversión echa para conseguir con facilidad la aprobación general, lo que impedía pensar en otras formas de acción, a parte de sus paseos, y ofrecer al capital una puerta de salida a la crisis.

Es importante subrayar el hecho de que durante los momentos de fortificación y ofensiva del proletariado, se desarrolla sistemáticamente paralelamente una fuerza que se nutre de la combatividad del «movimiento» hasta imponer una dirección reformista, pacifista, negociadora:

– Al mismo tiempo que se busca la perspectiva revolucionaria y la insurrección proletaria, que tiene por meta imponer la dictadura de las necesidades humanas, esas fuerzas reformistas hablan de desarrollo de entidades de autogestión -caracoles en Chiapas, empresas autogestionadas o MTD en Argentina, movimientos de ciudadanos y alter mundialistas en Europa y América del Norte…-, que con su crecimiento podrían a lo largo del tiempo tomar el relevo de la economía capitalista, una especie de contra poder que pondría a la burguesía frente al hecho o la llevaría a renunciar al poder y a poner en pie una economía más humana -¡otro mundo es posible!-. ¡Tantas ilusiones tan criminales! Jamás la burguesía dejará el poder por sí misma. Su función está determinada por la necesidad del capital de aumentar siempre el beneficio. ¡Para conseguir su fin sólo puede proponer al proletariado explotación, miseria, guerra y metralla.

– Al mismo tiempo que los proletariados toman las armas y hacen barricadas contra la represión, que supuso una decena de muertos y numerosos heridos y detenciones, la dirección principal del APPO se queda dentro de la consigna suicida de resistencia pacífica, lo que equivale a desarmar al proletariado arrastrándolo hacia un inevitable fracaso. Como siempre y al mismo tiempo, el Estado prepara de manera abierta la represión.

– Cuando la auto organización proletaria se estructura dentro de la lucha, el APPO habla de delegaciones, representatividad, «fuerza de la razón». Su credo es el de siempre más democracia, una democracia mejor a través de asambleas soberanas, sobre todo demostrativas dada su incapacidad real a representar un contra poder lo que queda a nivel de ilusión. Su combate se sitúa sobre todo en ese terreno, acaparándose así progresivamente de los medios principales de comunicaciones -como radios, periódicos, transportes…-, neutralizándolos.

– Mientras que el descontento general del proletariado es muy fuerte y aunque en un pasado reciente hubo luchas duras, la práctica democrática del APPO con sus miembros sindicales y políticos no van en el sentido de una generalización y crecimiento geográfico, haciendo lo posible para integrar otros sectores importantes, como los hostales, el PEMEX, el petróleo, la electricidad… Al contrario, en el momento más fuerte de la lucha, éstos insisten sobre una práctica desmovilizadora, con asambleas cerradas y discusiones sin fin, encerrada en la ciudad. Ningún sindicato -SME, UNT o CNTE-, con sus amplias estructuras, tanto a escala regional, nacional o sectorial, ha llamado a ninguna huelga, lo que permite entender por qué la marcha empezada a fines de septiembre murió por falta de energía combativa.

Con el paso del tiempo, la falta de iniciativas lo bastante fuertes para neutralizar la contrarrevolución y oponerse a la organización de la represión (como ocupaciones de puertos, aeropuertos, bloqueos de rutas permanentes para impedir las tropas de llegar, destrucción u ocupación de la radio ciudadana…), y la falta de un crecimiento de la lucha, sufriendo las presiones del Estado -tanto militares como el chantaje económico para sobrevivir…-, el movimiento social sólo podía llegar a un bajón que el Estado utilizará para intentar liquidarlo.

¡Qué vivan miles de Oaxacas en todas partes del mundo!
¡Rompamos con la paz social!
¡Solidaricémonos con nuestros hermanos y hermanas proletarias de todo el mundo!
¡Hagamos lo mismo donde estamos presentes!
¡Qué viva la revolución!

 Proletarios Internacionalistas
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